lunes, 24 de julio de 2023

Reseña del libro Memorias de abajo.


 

Título: Memorias de Abajo

Autora: Leonora Carrignton

Traducción de Francisco Torres Oliver

Prólogo de Elena Poniatowska

Editorial Alpha Decay, colección héroes modernos n.º 99

N.º de páginas 81



 

 

Acudí a un curso de arte sobre mujeres surrealistas y recordé la obra de Leonora Carrignton, lo que no sabía es que también había sido escritora. Coincidiendo con este curso se exponía su obra en la Fundación Mapfre. No me iba a perder una visita guiada de la primera exposición que tenemos en España de ella, mientras escuchaba a la guía que nos explicaba sus cuadros, me paré frente el cuadro que había pintado cuando estuvo ingresada en el manicomio de Santander. Miraba los personajes dibujados, ese mundo que representaba entre el verde de la vida y el negro de la muerte y me ponía en el lugar de ella y lo difícil que tuvo que ser creer en la vida, escaparse y salir adelante como refleja el libro Memorias de abajo. Su gran amiga Elena Poniatowska que estuvo a su lado nos dice en el prólogo “son las memorias del encierro y odio, la memoria de lo que significa ensañarse contra el amor”. Acabo de leer La mujer temblorosa de Siri Hustvedt que también cuenta su experiencia sobre sus problemas de salud mental y leyéndolos recordaba a su vez el libro que escribió Ángel Martín sobre su brotes psicóticos y por su puesto en todos he recordado cuando una psiquiatra me sujeto sobre mi los cuadernos de programaciones del colegio donde trabajaba y engañada tuve que subir a una ambulancia mientras me decía: “vívelo como una experiencia”. Fue un ingreso involuntario, nadie me había informado ni el porqué, ni el cómo, solo después de varios años sigo pensando que aquella experiencia no tenía que haber sucedido, que me merecía que me hubieran informado. Además de mi trabajo y la credibilidad de toda mi familia y amigos, perdí mi autoestima como Leonora y mi amor a la vida como a ella me sacó adelante Sus amenazas me impresionaron muy poco, porque sabía que no estaba destinada a morir”. Haber estado ingresada en una planta de psiquiatría durante veinte días no fue para mi tan dramático como lo que narra Leonora en este libro, no me dieron Cardiaziol pero si antisicóticos que me convirtieron en una mujer temblorosa y sin emociones durante mucho tiempo. Pude sufrir y ver como a otros enfermos todavía les aplican terapia electroconvulsiva, cómo permanecen atados a la cama y se les aísla durante días cómo le hicieron a Leonora Carrignton me sentía dolorida, y descubrí que tenía las manos y los pies atados por correas de cuero”. Leo a Leonora con tantos años de distancia y veo que las terapias no ha cambiado tanto creía que toda la angustia se había acumulado en mi y que se dispararía al final; esto explicaba para mi la fuerza de mis emociones. Creía que era capaz de sobre llevar esta carga espantosa y extraer de ella la solución para el mundo”. Yo también estuve abajo, en esas memorias de abajo que Leonora nos narra con superación y como testimonio de que lo que había vivido se tenía que saber. Veo que todos los que hemos pasado por un ingreso involuntario tenemos mucho en común aunque pertenecemos a ámbitos distintos, épocas distintas y culturas diferentes acabé creyendo que me hallaba en otro mundo, en otra época, en otra civilización, quizá en otro planeta que contenía el pasado, el futuro y, a la vez, el presente.”

Leonora no sólo fue pintora nos dijo la guía, fue también escritora, si podéis no es perdáis leer algunos de sus libros. Al salir en la tienda estaba agotado el libro Memorias de Abajo, muchos nos sentimos tentados a conocer su experiencia y así también entender mejor el relato de sus cuadros. Lo conseguí unos días después. Se lee muy bien, es una escritura directa y muy descriptiva.

No podemos dejar de nombrar que el ingreso de Leonora fue motivado fundamentalmente por la presión de su padre un hombre muy recto en su carácter que no quería que fuera pintora y ella una mujer rebelde y feminista desde pequeña. Pero lo que a ella le desencadenó su conducta fuera de control fue el no entender el mundo que estaba viviendo “una mujer que busca crear algo más real que la realidad misma e ir más allá de la realidad cotidiana, la realidad que nos aterra por la absoluta injusticia de su sociedad” nos explica Elena Poniatowska. Se enamoró del artista Max Ernst un hombre con el que fue muy feliz no sólo porque les unía una atracción mutua sino también por la gran admiración que se tenían, le entendía en su arte y en su forma de vida le sugirió que pintara lo visible y lo invisible, lo posible y lo imposible. La guerra se lo arrebató, por su religión se lo llevaron preso. Esta experiencia junto con la violación de varios soldados que no contó hasta años después le desencadenó en ella esas manifestaciones delirantes.

En un grupo de las redes sociales donde yo colaboro para luchar contra el estigma frente a los problemas de salud mental, en una publicación nos decían que hay que distinguir entre enfermedades mentales graves y el malestar de la vida. Yo me pregunto donde estaría Leonora Carrignton ¿en los “malestares de la vida”? quizá sus experiencias de vida le llevaron a perder el control de si misma, sin embargo fue tratada como una enfermedad incurable y de forma inhumana que le hubiera llevado hasta la muerte. Cuando yo salí del hospital el enfermero que no nos trataba como a seres humanos sino como manada, que nos prohibía hablar entre nosotros, leer en la habitación o llevar camisetas que no fueran blancas, me dijo al despedirme: “ya veras como nos vemos pronto, todos volvéis”. Os imagináis cuando creo haber superado aquella experiencia y dispuesta a recuperar mi autoestima fuera de aquel lugar donde te anulan tu ser, tu personalidad con medicación y un régimen de aislamiento cómo me pude sentir.

Leonora se refugió en los cuentos de sus escritores favoritos, Lewis Carroll, Edgar Allan Poe, Bram Stoker (Drácula) y Jonathan Swift Los viajes de Gulliver, y los clásicos, de Hans Christian Andersen a los hermanos Grimm, y menos mal que su imaginación, su creatividad y su fantasía le ayudó a salir de allí, junto con las personas que creyeron en ella “ ...sin embargo, debo continuar con mi historia a fin de salir de mi angustia…”” ...mi lápiz recargable rojo y negro (sin mina) era La Inteligencia...”. Un psiquiatra le aconsejo escribir lo que sentía como terapia para superarlo. Sin embargo, yo tuve que renunciar a todo mi mundo creativo, la psiquiatra que me llevó fuera del hospital me aconsejó que no lo hiciera, que escribir o seguir con mi mundo creativo podría ayudarme a desarrollar una esquizofrenia, consideró que ser creativa e inteligente para explicar lo que me sucedía no me iba a ayudar a recuperarme. Le hice caso, no olvidaba las palabras de aquel enfermero y yo tenía claro que allí no quería volver, cómo Leonora nos dice ”sabía que cerrando los ojos podía evitar la llegada del más insoportable de los sufrimientos: la mirada de los demás...”. Mi hijo en sus poemas no pudo contar porqué su madre dejó de pintar, pero yo ahora con la fortaleza que da el paso del tiempo y la superación lo digo abiertamente. Todo puede pasar cuando pintas o cuando escribes especialmente si eres una persona altamente sensible y todo lo que te rodea supone una sobre estimulación para ti.

Pero no quisiera que para el que lea esta reseña se quedé sólo con la imagen de que Leonora fue sólo una figura mitificada por su experiencia psiquiátrica, sino que fue una gran artista, mujer luchadora, feminista y amante de su casa y su familia y con muchos hombres que no fueron cómo su padre sino que supieron también valorarla y acompañarla en su vida.”Tenía que librarme de todo lo que la enfermedad me había traído, arrojar fuera estas personalidades e iniciar así mi liberación”. Y yo de alguna manera como ella me he permitido con esta reseña hacer un paralelismo entre su historia y la mía, también quizá como la liberación que no me permitieron en su día los tratamientos médicos.

Edward James poeta, escultor, arquitecto y mecenas británico ligado al movimiento surrealista, fue amigo de Leonora durante muchos años en su estancia en México y escribió esto sobre ella:

He conocido a Leonora por más de treinta años. Soy más un hermano crítico que un administrador del becerro dorado. Con frecuencia me ha irritado la deliberada intransigencia de su naturaleza, pero ni por un momento he dudado de su genio”.  

Solo por esto aconsejo leer este pequeño relato escrito a modo de diario, donde además de su genio podemos ver la gran valentía de Leonora Carrington para ser ella misma.


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