martes, 12 de noviembre de 2019

Reseña de " El verano sin hombres"



 






Título: El verano sin hombres
Autora: Siri Hustvedt
Editorial Anagrama, Colección Compactos, Barcelona
Traducción de Cecilia Ceriani










Siri Hustvedt era una desconocida para mi hasta que a través de los medios me enteré de que le había sido concedido el Premio Princesa de Asturias a las Letras. La escuché en el discurso de la entrega de premios y me quedé cautivada por su autenticidad y elocuencia. Si escribe como habla, en el mejor sentido de la palabra, sus libros tienen también que capturar al lector, me dije. Solo quedaba elegir el libro que más le representaba. Descubrí que además de ficción escribía ensayos y poesía, pero me decanté por las novelas, quería saber cómo fotografiaba a la mujer alguien que “había decidido no ser educada y no quedarme callada” como ella misma nos declara en su discurso. Me arriesgué con la novela El verano sin hombres que en principio sólo por el título me pareció la típica novela feminista con el típico argumento, de una mujer típica en una sociedad no tan típica. Pero una vez leído desmintió mis prejuicios, yo la hubiera titulado Las edades de la mujer. El argumento es una excusa para entregarnos a una mujer que en un diálogo constante con el pasado y con su presente nos muestra todas sus debilidades y fortalezas a lo largo de su vida. Aunque la autora no se centra en un solo personaje ni sigue  un orden cronológico para contarnos la historia “seguir un orden cronológico suele ser un recurso narrativo sobrevalorado” yo empiezo por  Flora, una niña feliz con sus juegos “y pasé a ser espectadora de su parloteo, bailoteo y canturreo” pero que necesita de un objeto de apego, una peluca de rizos, para superar los celos al hermano y las discusiones de sus padres ; a Emma, Ashley, Peyton, Alice, Jessica, Joan y Nikki, un grupo de adolescentes que “sus “yo” estaban revueltos e intentaban descubrir lo que significaba tener otro papel en la vida, ponerse en la piel del otro, pertenecer a otra familia, a otro lugar”; Lola, la joven vecina casada con Pete un hombre que por su trabajo viajaba mucho, tienen dos hijos: Simón, un bebé de meses y Flora la niña que antes he nombrado. Lola había estudiado una diplomatura de arte pero se dedicaba a su familia, aun así en los ratos libres intentaba ser ella misma haciendo joyas para vender “cruzó mi mente la incómoda certeza de haber carecido casi siempre de un espacio para mí y lo mío, de haberme visto limitada a garabatear algo durante un momento robado”; Mia la protagonista, una mujer más allá de la mitad de la vida que la retrata como esposa abandonada y madre de Daisy que lucha contra el estigma de la enfermedad mental, aparentemente fuerte sin trabas para conseguir la libertad pero “...la culpa, la debilidad y la angustia de pensar que si tanto me esforzaba en ser admirada y amada sería porque en realidad, era un ser insignificante”; y al final de la vida, Los Cisnes: Georgiana, Regina, Peg, Abigail y su madre, cinco ancianas de más de ochenta años que habían sobrevivido a los hombres y aun siendo conscientes de que la muerte les podía sorprender en cualquier momento “compartían una fortaleza mental y una autonomía que les otorgaba un envidiable lustre de libertad”.
En las primeras líneas conocemos ya el argumento de la novela, Mia Fredricksen una escritora que le abandona su marido, un reconocido científico, por una compañera de trabajo, ella después de toda una vida de convivencia con él le cuesta mucho superarlo hasta tal punto que cae en una enfermedad mental. Ella es hospitalizada, experiencia que le dejará marcada y que nunca olvidará. Cuando se recuerda en aquellos momentos no se reconoce, como no le reconocía su hija cuando iba a visitarla, aparecía bajo los efectos de la medicación, rígida y sin expresión, aniquilada de sus emociones. Y ¿quién da más? Además de tener que superar el abandono de su marido y el estigma de una enfermedad mental nos habla de lo que tuvo que superar en el colegio cuando era joven, del ostracismo al que le sometieron sus compañeras  y como borraron su identidad “En aquella época yo sentía como si alguien me hubiera echado una maldición, algo que no podía demostrar, solo intuir, porque los crímenes eran menores y en su mayoría ocultos… las burlas y los murmullos, las llamadas telefónicas anónimas, el silencio como respuesta”. Para recuperarse vuelve al pueblo de su infancia donde vive su madre en una residencia de ancianos. Allí inicia un taller de poesía con las jóvenes adolescentes y en donde nos dice “Ya no estoy loca estoy dolida”. Recibe anónimos que le critican su comportamiento, en un principio le asustan, pero conforme van siendo más explicativos parece reconocer al autor incluso llega a esperarlos como si de un confidente se tratara.
Hustvedt escribe en primera persona con un lenguaje directo, audaz y melancólico. Descripciones familiares, afectivas llenas de naturalidad y ternura. Algunas veces con guiños eróticos con el hermetismo que encierra el lenguaje. Es un libro lleno de contrastes, nos habla de las esperanzas de una juventud que tiene todo el tiempo por delante frente a la situación de las ancianas, sus pérdidas de memoria y la espera a la muerte. Contrasta las actitudes de los hombres, de sus silencios, de la falta de comunicación sobre sus emociones frente a las mujeres que desnudamos el alma entera con el simple hecho de escuchar a Beethoven. Nos regala momentos cinematográficos cuando hace paralelismos de las situaciones de sus protagonistas con el cine. “Todos debemos dejarnos llevar por la imaginación y proyectarnos, de vez en cuando, para tener la oportunidad de ataviarnos con esos trajes largos y esos fracs de un tiempo que nunca fue ni será”.  Científicos, filósofos y escritores deambulan por sus narraciones y también intercala poemas, cartas, correos electrónicos y continuos guiños al lector.
Si yo hubiera escrito el libro a la condición de relegada de la mujer hubiera añadido el retrato de una sociedad que no muestra solidaridad y ayuda cuando se sufre el abandono de tu marido y además te encierran por una psicosis reactiva. En esas circunstancias donde la mujer está siendo víctima “mucho de lo que nos pasa depende del azar, de cosas que escapan a nuestro control, depende de otros”  hemos sido testigos que la familia y amigos la  someten  al tercer grado culpándola de la situación, llenándola de reproches y lo que es peor creando una espiral de silencio donde no puede expresar sus emociones. Mia recibe apoyos y no se siente castigada socialmente por ello. Es envidiable como su hermana en cuanto se entera de su hospitalización toma un avión y va a visitarla para darle el apoyo que en esas circunstancias se necesita. En nuestra sociedad incluso son los propios médicos los que le dirían que cómo ha llegado a esa situación, los médicos que reclaman que no haya estigmas sociales con los problemas de salud mental son los que estigmatizan a los propios enfermos incluyéndolos en el grupo de síntomas que su ordenador les permite escribir sin preocuparse sin son o no fieles a la verdad y ofreciendo como único tratamiento el farmacológico. Leer que Mia recibía apoyo de su medica por teléfono, que en plena recuperación de su enfermedad la sociedad le permiten realizar un taller con adolescentes, que tenga el apoyo de su hermana, me parecía estar leyendo la situación de una sociedad muy lejos de la que nosotras vivimos.
El final no lo voy a desvelar, pero tampoco creo que sea concluyente. Puede ser el que Siri Husvedt nos escribe o podría ser otro, pero creo que eso no importa ni siquiera para la propia autora, lo importa es que Mia, no sea una criatura aislada que interaccione con los demás y vaya acumulando información sobre sí misma y la vean de verdad.

Siri Hustvedt en la entrega del Premio Princesa de Asturias a las Letras
No sé si este libro es el que más le representa, sí sé que no es el que más fama le ha dado, os aconsejo leerlo porque además de disfrutar de su calidad literaria nos permite romper el silencio sobre lo que nunca se escribió. “Amables lectores que estáis ahí fuera. Solo quería que lo supieseis”. En una entrevista que le hicieron le preguntaron si era autobiográfico porque encontraban muchos paralelismos con su vida, ella dijo que todos los autores se apoyan en las experiencias vividas para escribir, pero porqué no hacian esa pregunta nunca a los hombres.