Título: El verano sin hombres
Autora: Siri Hustvedt
Editorial Anagrama, Colección
Compactos, Barcelona
Traducción de Cecilia Ceriani
Siri Hustvedt era una desconocida
para mi hasta que a través de los medios me enteré de que le había sido
concedido el Premio Princesa de Asturias a las Letras. La escuché en el
discurso de la entrega de premios y me quedé cautivada por su autenticidad y
elocuencia. Si escribe como habla, en el mejor sentido de la palabra, sus
libros tienen también que capturar al lector, me dije. Solo quedaba elegir el
libro que más le representaba. Descubrí que además de ficción escribía ensayos
y poesía, pero me decanté por las novelas, quería saber cómo fotografiaba a la
mujer alguien que “había decidido no ser educada y no quedarme callada” como
ella misma nos declara en su discurso. Me arriesgué con la novela El verano
sin hombres que en principio sólo por el título me pareció la típica novela feminista con el típico
argumento, de una mujer típica en una sociedad no tan típica. Pero una vez leído desmintió mis prejuicios, yo
la hubiera titulado Las edades de la mujer. El argumento es una excusa
para entregarnos a una mujer que en un diálogo constante con el pasado y con su
presente nos muestra todas sus debilidades y fortalezas a lo largo
de su vida. Aunque la autora no se centra en un solo personaje ni sigue un
orden cronológico para contarnos la historia “seguir un orden cronológico suele
ser un recurso narrativo sobrevalorado” yo empiezo por Flora, una
niña feliz con sus juegos “y
pasé a ser espectadora de su parloteo, bailoteo y canturreo” pero que necesita de un objeto de apego, una peluca
de rizos, para superar los celos al hermano y las discusiones de sus padres ; a Emma,
Ashley, Peyton, Alice, Jessica, Joan y Nikki, un grupo de adolescentes que “sus
“yo” estaban revueltos e intentaban descubrir lo que significaba tener otro
papel en la vida, ponerse en la piel del otro, pertenecer a otra familia, a
otro lugar”; Lola, la joven vecina casada con Pete un hombre que por su
trabajo viajaba mucho, tienen dos hijos: Simón, un bebé de meses y Flora la
niña que antes he nombrado. Lola había estudiado una diplomatura de arte pero
se dedicaba a su familia, aun así en los ratos libres intentaba ser ella misma
haciendo joyas para vender “cruzó mi mente la incómoda certeza de haber
carecido casi siempre de un espacio para mí y lo mío, de haberme visto limitada
a garabatear algo durante un momento robado”; Mia la protagonista, una
mujer más allá de la mitad de la vida que la retrata como esposa abandonada y
madre de Daisy que lucha contra el estigma de la enfermedad mental,
aparentemente fuerte sin trabas para conseguir la libertad pero “...la
culpa, la debilidad y la angustia de pensar que si tanto me esforzaba en ser
admirada y amada sería porque en realidad, era un ser insignificante”; y al
final de la vida, Los Cisnes: Georgiana, Regina, Peg, Abigail y su madre, cinco
ancianas de más de ochenta años que habían sobrevivido a los hombres y aun
siendo conscientes de que la muerte les podía sorprender en cualquier momento “compartían
una fortaleza mental y una autonomía que les otorgaba un envidiable lustre de
libertad”.
En las primeras líneas conocemos ya
el argumento de la novela, Mia Fredricksen una escritora que le abandona su
marido, un reconocido científico, por una compañera de trabajo, ella después de
toda una vida de convivencia con él le cuesta mucho superarlo hasta tal punto
que cae en una enfermedad mental. Ella es hospitalizada, experiencia que le
dejará marcada y que nunca olvidará. Cuando se recuerda en aquellos momentos no
se reconoce, como no le reconocía su hija cuando iba a visitarla, aparecía bajo
los efectos de la medicación, rígida y sin expresión, aniquilada de sus emociones.
Y ¿quién da más? Además de tener que superar el abandono de su marido y el
estigma de una enfermedad mental nos habla de lo que tuvo que superar en el
colegio cuando era joven, del ostracismo al que le sometieron sus
compañeras y como borraron su identidad “En
aquella época yo sentía como si alguien me hubiera echado una maldición, algo
que no podía demostrar, solo intuir, porque los crímenes eran menores y en su
mayoría ocultos… las burlas y los murmullos, las llamadas telefónicas anónimas,
el silencio como respuesta”. Para recuperarse vuelve al pueblo de su
infancia donde vive su madre en una residencia de ancianos. Allí inicia un
taller de poesía con las jóvenes adolescentes y en donde nos dice “Ya no
estoy loca estoy dolida”. Recibe anónimos que le critican su
comportamiento, en un principio le asustan, pero conforme van siendo más
explicativos parece reconocer al autor incluso llega a esperarlos como si de un
confidente se tratara.
Hustvedt escribe en primera persona
con un lenguaje directo, audaz y melancólico. Descripciones familiares, afectivas
llenas de naturalidad y ternura. Algunas veces con guiños eróticos con el
hermetismo que encierra el lenguaje. Es un libro lleno de contrastes, nos habla
de las esperanzas de una juventud que tiene todo el tiempo por delante frente a
la situación de las ancianas, sus pérdidas de memoria y la espera a la muerte.
Contrasta las actitudes de los hombres, de sus silencios, de la falta de
comunicación sobre sus emociones frente a las mujeres que desnudamos el alma
entera con el simple hecho de escuchar a Beethoven. Nos regala momentos
cinematográficos cuando hace paralelismos de las situaciones de sus protagonistas con el
cine. “Todos debemos dejarnos llevar por la imaginación y
proyectarnos, de vez en cuando, para tener la oportunidad de ataviarnos con
esos trajes largos y esos fracs de un tiempo que nunca fue ni será”. Científicos, filósofos y escritores deambulan
por sus narraciones y también intercala poemas, cartas, correos electrónicos y
continuos guiños al lector.
Si yo hubiera escrito el libro a la condición
de relegada de la mujer hubiera añadido el retrato de una sociedad que no
muestra solidaridad y ayuda cuando se sufre el abandono de tu marido y además te
encierran por una psicosis reactiva. En esas circunstancias donde la mujer está
siendo víctima “mucho de lo que nos pasa depende del azar, de cosas que
escapan a nuestro control, depende de otros” hemos sido testigos que
la familia y amigos la someten al tercer grado culpándola de la
situación, llenándola de reproches y lo que es peor creando una espiral de
silencio donde no puede expresar sus emociones. Mia recibe apoyos y no se
siente castigada socialmente por ello. Es envidiable como su hermana en cuanto
se entera de su hospitalización toma un avión y va a visitarla para darle el
apoyo que en esas circunstancias se necesita. En nuestra sociedad incluso son
los propios médicos los que le dirían que cómo ha llegado a esa situación, los
médicos que reclaman que no haya estigmas sociales con los problemas de salud
mental son los que estigmatizan a los propios enfermos incluyéndolos en el grupo de síntomas que su ordenador les permite escribir sin preocuparse sin son o no fieles a la verdad y ofreciendo como único tratamiento el
farmacológico. Leer que Mia recibía apoyo de su medica por teléfono, que en
plena recuperación de su enfermedad la sociedad le permiten realizar un taller con
adolescentes, que tenga el apoyo de su hermana, me parecía estar leyendo la
situación de una sociedad muy lejos de la que nosotras vivimos.
El final no lo voy a desvelar, pero
tampoco creo que sea concluyente. Puede ser el que Siri Husvedt nos escribe o
podría ser otro, pero creo que eso no importa ni siquiera para la propia
autora, lo importa es que Mia, no sea una criatura aislada que interaccione con
los demás y vaya acumulando información sobre sí misma y la vean de verdad.
Siri Hustvedt en la entrega del Premio Princesa de Asturias a las Letras |
No sé si este libro es el que más le
representa, sí sé que no es el que más fama le ha dado, os aconsejo leerlo
porque además de disfrutar de su calidad literaria nos permite romper el
silencio sobre lo que nunca se escribió. “Amables lectores que estáis ahí
fuera. Solo quería que lo supieseis”. En una entrevista que le hicieron le
preguntaron si era autobiográfico porque encontraban muchos paralelismos con su
vida, ella dijo que todos los autores se apoyan en las experiencias vividas
para escribir, pero porqué no hacian esa pregunta nunca a los hombres.