Título: El guardián entre el centeno
Autor: Jerome David Salinger
Alianza Editorial, Madrid (2018)
N.º de páginas: 279
El guardián entre el centeno
es uno de esos libros que una profesora debería tener y por supuesto haber
leído. Yo habiendo sido profesora confieso que ni lo tenía ni lo había leído.
Cuando comencé a trabajar los alumnos que tenía eran adolescentes y recuerdo
que elegir libros para introducirles en el mundo de la literatura era muy
difícil. Yo siendo también joven elegía más bien libros de actualidad e incluso
revistas sobre la música que ellos escuchaban como el heavy metal con
tal que vinieran al instituto y no se escaparan como le sucedió al protagonista
de la novela, Holden Caulfield. No recuerdo cuando conocí la importancia de
este libro para las clases de literatura en los institutos, pero si recuerdo
que cuando lo conocí lo rechacé de entrada sólo porque era un libro publicado hace
mucho tiempo en 1951 y pensé que estaría lejos de los problemas de la
actualidad de mis alumnos. Estaba equivocada, es universal. En boca del mismo
protagonista: “Los que de verdad me vuelven loco son esos libros que cuando
acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera amigo tuyo y pudieras
llamarle por teléfono cuando quieras”.
Según me he informado el autor del
libro tampoco fue un buen estudiante y empezó a trabajar en el negocio de
alimentación, fue soldado en la segunda guerra mundial y afectado por ello y
por perder a su novia tuvo que recibir tratamiento. Tuvo dos hijas y varias
parejas. Murió mayor, a los 91 años, pero sin embargo dejó de escribir muy
joven, quiso aislarse del mundo y de los contactos sociales y se convirtió al
hinduismo. Creo que es su única obra publicada, aunque tiene otras inéditas. La
publicación de esta novela tuvo muchos problemas por el lenguaje provocador y
por retratar de una manera abierta la rebeldía adolescente. Hay toda una
leyenda negra alrededor del libro, como que ha sido el referente de algunos
asesinos y rebeldes. Pero después de haberlo leído me viene a la memoria una
conversación con una amiga acerca de que las lecturas que hacemos cada uno de
los libros no son las mismas siendo los mismos libros para todos.
La novela narra la experiencia de
Holden Caulfield unos días antes de Navidad. Tiene dieciséis años y acaba de
ser expulsado de la escuela de Pency por tener malos resultados en sus estudios.”
No me gustaba nada de lo que pasaba en Pency. No puedo explicarlo. Vamos contéstame-
le dijo”. Así que no espera a las vacaciones para marcharse, coge el dinero
que le queda, la maleta y se va sin decir nada a sus padres. En las
primeras cien páginas, Holden ya es como de la familia para el lector, le
conoces a él, conoces a su familia, a sus amigos, a sus no tan amigos e incluso
a sus profesores. Todo en un lenguaje llano y coloquial como lo utilizaría un adolescente,
pero sin rayar en la vulgaridad o lo grotesco. Cuando se escapa se siente
sólo, siente la necesidad de hablar con alguien, va a salas de baile, consigue
salir con Sally, una amiga, van al teatro, a patinar, llama a Jane, la que
siente realmente como novia “con Jane ni siquiera tenías que preocuparte de
si te sudaba la mano o no. Sólo te dabas cuenta de que eras feliz. Eras feliz
de verdad”. Reflexiones como esta y como las que hace sobre su familia hace
que te parezca imposible que la historia de este muchacho sea un referente para
ningún asesino. Se acuerda de su hermano muerto de leucemia, al que dedica en
su clase una preciosa redacción sobre un guante de beisbol y añora a su hermana
Phoebe, una niña pelirroja de diez años cuando visita el museo que ella también
había visitado con el colegio “Pensé en que vería las mismas cosas que había
visto yo y en que ella también sería diferente cada vez que las viera”.
“Ciertas cosas deberían seguir siendo como son. Deberías poder meterlas en una
de esas vitrinas de cristal y dejarlas en paz. Sé que es imposible, pero de
todos modos es una pena.” Y a través de los detalles nos la podemos
imaginar con su inocencia y su bondad en el día a día “sobre el asiento
había puesto la blusa y las demás cosas. Los zapatos y los calcetines estaban
en el suelo, justo debajo de la silla, uno al lado del otro”. Salinger
escribe con sencillez, frescura y naturalidad y lo normal se convierte en
extraordinario. “Luego, sólo porque sí, le di un cachete en el trasero”. Conocemos
el ambiente de la América de entonces, su música, su cine, sus libros y también
de la sociedad. Critica la falsedad y la hipocresía. “El padre llevaba uno
de esos sombreros gris perla que llevan mucho los tíos pobres cuando quieren parecer
elegantes”. Costumbrista y sensible,
retrata muy bien el carácter y las inquietudes de los niños “Eso es lo
bonito que tienen los tiovivos, que siempre tocan las mismas canciones”
Nuestro personaje nos habla directamente,
está narrado en primera persona y nos cuenta toda su historia como en una
interlocución con los lectores. Una de las partes más formativas para los
adolescentes que lo lean está en el capítulo veinticuatro donde el profesor
Antolini hace una preciosa reflexión sobre la búsqueda del ser humano, decidir quién
ser, estudiar, formarse para dirigirse a nuestras metas, preciosos consejos
acerca del valor del estudio “averiguar la talla de tu inteligencia” Aunque
nuestro querido Holden responde como es de esperar en un adolescente “Cuantas
más vueltas le daba más me deprimía y me confundía. Me pasé allí sentado, creo
que una hora. Al final decidí marcharme”.
Campo de cebada con segador al mediodía (1889) a la izquierda, Figura de escolar (1890) a la derecha, Van Gogh |
Pero sí, nuestro personaje es
rebelde hace lo que otros no harían como escaparse de su escuela, no decir nada
a sus padres, ver a su hermana a escondidas, pedir alcohol siendo un menor, no
aceptar prostitutas del ascensorista, escaparse de la casa del profesor porque le acaricia la cabeza mientras duerme o llamar a su amiga Jane en mitad de la noche. Pero quien
no se ha sentido tentado a llamar a alguien en mitad de la noche para aclarar
esos conflictos que te quitan el sueño o parar a tu vecino para preguntarle
porque ya no te saluda. Pero no lo hacemos quizá porque no queremos ser
guardianes entre el centeno, preferimos ser abogados, médicos o funcionarios,
que unos se tiren al centeno y se caigan por el precipicio no es cosa nuestra,
somos personas adultas y no unos adolescentes inconscientes. Y aquí está la
clave del título. Holden vuelve a casa para despedirse de su hermana Phoebe, y
en la conversación con ella le pregunta que le gustaría ser y él contesta con
un precioso párrafo que le gustaría ser el guardián entre el centeno de la
canción que cantaban juntos basada en el poema de Robert Burns. Mas adelante
casi al final del libro hay una bella escena en la que Holden se
convierte en guardián de su hermana montada en el tío vivo, pero entonces sus
pensamientos son otros ¿o quizá no? “Lo que tienen los niños es que si
quieren alcanzar la anilla dorada hay que dejar que lo hagan y no decir nada. Si
se caen, qué se caigan, pero no es bueno decirles nada” y con una
extraordinaria maestría Salinger nos mete en la escena y en su significado con
una canción Smoke Gets in Your Eyes.
En la fotografía que he elegido para
presentar el libro he dudado entre varias láminas de pintores que den
significado al título, mi duda estaba entre la del Campo de cebada con segador al
mediodía junto con La figura de un escolar de Van Gogh o La niña
con regadera de Renoir, creo que si le preguntara a Holden elegiría a Phoebe.
Aconsejo leerlo claro que sí, aunque no seáis adolescentes ni tampoco
profesores solo porque Holden nos invita a hacerlo “Dios mío, ojala
hubieran podido estar allí”.